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jueves, 16 de enero de 2014

ENVÍO DE LA OBRA A LA EDITORIAL

Siempre hay que proteger la autoría de un manuscrito antes de enviarlo a una editorial, y la mejor forma de hacerlo es inscribirlo en el Registro de la Propiedad Intelectual. Es un trámite sencillo que cuesta aproximadamente 15 euros, y que asegura al escritor los derechos sobre su obra, protegiéndole ante posibles o fabulados plagios y robos de propiedad intelectual. 

Los manuscritos pueden llegar a una editorial (o a una agencia literaria) de dos formas: por correo o entregados en mano. No hay diferencia: llevarlo personalmente no puntúa. En las grandes y medianas empresas no lo va a recoger ni el editor ni el director literario. Lo más cómodo y práctico es enviar una copia de la obra por correo certificado al departamento de recepción de manuscritos. 

Antes de enviar un manuscrito a una editorial hay que elegir aquélla en la que mejor pueda encajar la obra. No es recomendable enviarla a varios sitios a la vez. Lo más coherente es optar por una, esperar a obtener respuesta y, en caso de devolución, intentarlo con otra editorial; y así sucesivamente. 

Por cuestión de eficacia, los autores americanos, en lugar de mandar el manuscrito completo, optan —cada vez con mayor frecuencia— por enviar una sinopsis de la obra acompañada del primer capítulo (que sirve de cebo). Esto agiliza el trabajo del editor y el escritor ahorra en costes de envío; asimismo, la respuesta de la editorial es más rápida: o envía una carta de rechazo o pide el resto del manuscrito (en cuyo caso el autor tendrá más oportunidades, o al menos sabrá que su trabajo puede interesar a la editorial y va a ser leído). 

La sinopsis es un resumen del manuscrito desarrollado en tres o cuatro folios, que nunca se devuelve. Si se trata de un libro de poemas, se envía un índice de los títulos y unas diez poesías. 

En cualquier caso, ésta es una fórmula todavía muy poco utilizada, pues los editores prefieren ver la obra completa. Si incluimos este apartado es con el fin de informar sobre otras posibilidades de “vender” la obra.

Las grandes editoriales afirman tajantemente que todos los manuscritos tienen las mismas oportunidades y que no influyen los amiguismos ni las recomendaciones. Que una novela llegue a través del contacto de algún amigo o familiar, según dicen ellos mismos, no le otorga ninguna garantía de éxito; “lo único que decide es la calidad”. Aunque tampoco era de esperar que fueran a decir otra cosa. 

La tendencia editorial de estos últimos años ha sido generosa con los escritores noveles. Han salido a la luz muchos jóvenes autores y que se están abriendo paso con éxito en el mercado editorial. El público reclamaba gente nueva, primeras novelas y descubrimiento de autores. Pero los responsables de algunas editoriales opinan que se ha publicado demasiado y no todo ha sido bueno, así que ahora tienen más cuidado con la selección; hay que tener en cuenta que las editoriales —que son empresas culturales, pero al fin y al cabo empresas— se niegan a perder dinero y a que los libros se pudran en los almacenes. 

Otras grandes editoriales españolas son más pragmáticas. Para ellas la aparición de firmas nuevas depende de las necesidades de la empresa. Si el mercado es más amplio, se publican más libros y hay más oportunidades para nuevos talentos; pero si se reduce la edición, la editorial ya tiene cubiertas sus necesidades con los escritores más conocidos. 

A pesar de todo, a la industria literaria le gusta descubrir genios y presumir de su apuesta por plumas nuevas. Siempre juegan con la posibilidad de descubrir a la gallina de los huevos de oro. 

Estadísticamente, la realidad es más dura. La probabilidad de publicar que tiene un autor desconocido puede variar desde un dos por mil en las grandes editoriales a un cinco por ciento en las editoriales más pequeñas. 

En realidad, la selección de los elegidos nunca se reduce a una cuestión de suerte; es decir, una obra mediocre en forma y contenido jamás será aceptada por un editor que costee su publicación, pero si se trata de una editorial que trabaja por encargo, y es el autor el que paga la edición, entonces siempre saldrá (aunque seguirá siendo mediocre). 

En cualquier caso, ningún editor que rechace una obra le confesará directamente al autor la pobreza del manuscrito, ya que éste es un cliente potencial. Simplemente le devolverá un formulario de cortesía. 

Cuando se presenta una obra y se tiene la seguridad de que ésta vale la pena, en principio hay que apostar por lo más alto: apuntar directamente a las grandes editoriales, y no desanimarse si lo rechazan. Antes de tirar la toalla, se baja el listón y se intenta con las editoriales medianas y, por último, con las pequeñas (que ofrecen menos reconocimiento pero más oportunidades). 

Comité de lectura: El comité de lectura está compuesto por un número variable (entre dos y cinco) de especialistas en literatura —críticos literarios, autores de la casa, eruditos, profesores, etc.—, que se encargan de seleccionar las obras que pueden interesar a la editorial. En las pequeñas editoriales los manuscritos los lee directamente el editor. 

Los criterios literarios utilizados para realizar la selección son casi universales: 

—Calidad del estilo y de la obra literaria. 
—Interés y sustentación de la historia narrada.
—Brillantez y originalidad de las ideas. 
—Ajuste con la línea editorial de la casa. 

Estas pruebas son las que califican para la nota literaria, o lo que es lo mismo, para conseguir el reconocimiento y la aprobación de ese tribunal examinador. Pero la nota definitiva, que es la calificación comercial, la puntúa el editor (que es el que arriesga su dinero en la apuesta). 

En los casos de edición a cuenta del autor, lógicamente no existe este riguroso proceso de selección. Al contrario, las cuentas se invierten. Si una editorial sólo se queda con un 1 por ciento de las obras de escritores inéditos, los editores que trabajan por encargo lo publican prácticamente todo, aunque a veces hagan creer —para estimular el ego del autor— que ellos también tienen un comité de lectura. 

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