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jueves, 6 de marzo de 2014

Murió Ana María Moix


El pasado 28 de febrero murió Ana María Moix Meseguer a los 66 años, víctima de un cáncer. 

Poetisa, novelista, cuentista y traductora española, era la hermana menor del escritor Terenci Moix.

Ganó notoriedad al ser incluida —la única mujer— en 1968 por José María Castellet en Nueve novísimos poetas españoles, "la gran antología poética que instauró de manera bastante provocativa y espectacular una nueva poesía joven que se alzó contra la social, realista y comprometida que se había impuesto lenta y trabajosamente a lo largo de la dura primera posguerra española. 

Tradujo decenas de libros, principalmente del francés (Aragon, Samuel Beckett, Marguerite Duras,Amélie Nothomb, Françoise Sagan, entre otros autores).

Formó parte (1976-1979) del equipo que publicaba la revista Vindicación Feminista.

Dirigió las colecciones de poesía y relatos de las editoriales Plaza & Janés y Bruguera.

En 1997 fue una de las firmantes del manifiesto de Foro Babel.

Entre 2006 y abril de 2010 fue directora de la Editorial Bruguera.

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A pesar de que la vida la puso en medio de los grandes, poetas, escritores, arquitectos, periodistas, ella se mantuvo siempre al margen, como si mirara desde fuera el carnaval del mundo literario. No era desdén: era el sitio que buscó.

En los últimos tiempos había acendrado su sentido crítico sobre la situación que vivían España y el mundo, y reflejo de ello fue su Manifiesto personal, un puñetazo moral en la mesa de un país que se había abandonado a los fastos de los 80 y de los 90 y había descuidado de manera suicida los valores de una sociedad que no merecía la dejadez civil.

Cuando publicó uno de sus últimos libros, los relatos De mi vida real nada sé, en 2002, Rafael Conte escribió sobre el estado de ánimo de La Nena: “Ana María está triste, desde luego, y nos dice por qué: por el paso del tiempo, por la progresiva presencia de la muerte…”. Marcada ya por esa adivinación, superó con entereza los últimos años de su vida; rodeada de amistad y de amor, sus últimas preocupaciones tenían más que ver con la vida de otros (y, sobre todo, con la pervivencia de la obra de su hermano Terenci Moix) que con sus propias ambiciones literarias, que siempre mantuvo en sordina.

En los últimos tiempos su máxima en la vida era hacer que la gente se enterara de una vez de la hondura y la pasión literarias de su hermano Terenci, al que la soledad y la prisa habían arrinconado en el lado de los escritores cuyo glamour importaba más que su letra. Ya entonces, cuando marcó ese territorio como un objetivo, Ana Maria Moix era una mujer con la carrera hecha, pero seguía siendo la Nena, una niña que sollozaba por dentro y que fumaba ya a escondidas, marcada por la enfermedad y sus circunstancias.

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