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lunes, 16 de diciembre de 2013

LOS CAFÉS LITERARIOS DE MADRID CON MÁS HISTORIA


Pío Baroja, Valle Inclán o Antonio Machado fueron algunos de sus notables y habituales clientes. Los ilustres cafés literarios de la capital de España del siglo XIX como el Mahón, el Gijón o el Comercial (estos dos últimos siguen abiertos en la actualidad pese a la crisis), se convirtieron en centros culturales de primer nivel, donde se reunían los mejores artistas e intelectuales para, entre cafés, vinos y la nebulosa del humo de los cigarros, inspirar sus obras o bien debatir durante interminables horas de literatura, cultura, política y otros asuntos mundanos. También se iba allí a pelearse, a enemistarse, a vanagloriarse y hasta solucionar el mundo. El olor a vetusto, pluma y tintero todavía perduran en estos emblemáticos lugares, que se han convertido en lugares con larga historia de Madrid.

La capital de España llegó a contar a finales del siglo XIX y principios del XX con más de un centenar de cafeterías en las que se reunían escritores y artistas. La mayoría de estos lugares se concentraban en el corazón de Madrid, laPuerta del Sol. El mundo de la cultura de aquel tiempo se reunía en este céntrico lugar a tomar café, costumbre que nació en la Viena del siglo XVIII. Allí, junto al ‘kilómetro cero’ se ubicaba el Nuevo Café de Levante, del que un personaje de la talla de Valle-Inclán dijo que «ha ejercido más influencia en la literatura y en el arte contemporáneo que dos o tres universidades y academias».

A los pies del edificio que hasta hace poco ha estado coronado por el conocido cartelón de Tío Pepe, se alzaba el Café de la Montaña, también era conocido por el ‘café de la pulmonía’ porque por sus 16 puertas entraba un frío que pelaba durante el crudo invierno madrileño. Fue uno de los preferidos de Valle Inclán. Tan frecuente era verlo por allí que hasta perdió un brazo en una discusión con el periodista Manuel Bueno Bengoechea.

Cerca de allí, en concreto en la confluencia de las calles Alcalá y Virgen de los Peligros, se encontraba el Café de Fornos, punto de encuentro de los escritores y artistas de la Generación del 98 y que estaba rodeado de espejos. Los que seguían a Ortega y Gasset se reunían en el Antiguo Café y Botillería de Pombo, en la calle Carretas. En este sitio, el escritor Ramón Gómez de la Serna era el encargado de organizar una tertulia en la que estaba prohibido hablar de la guerra.

En el número 21 del señorial Paseo de Recoletos abre sus puertas el Café Gijón, famoso por sus tertulias literarias de otras épocas. A pesar de sus modestos comienzos a finales del XIX, pronto se convirtió, tras la Guerra Civil, en un popular escenario de cháchara literaria y reunión de intelectuales y artistas de la época. Antes pasaron allí gratos momentos ilustres científicos como Santiago Ramón y Cajal o políticos como José Canalejas. Incluso la espía Mata Hari se dejó ver por allí en alguna ocasión. La lista de ilustres visitantes es infinita.

Literatos y poetas de la talla de Blas de Otero, Gabriel Celaya o José Hierro eran asiduos del Café Comercial, localizado en la Glorieta de Bilbao. También abierto en época de la Restauración Borbónica (en concreto en el año 1887), fue uno de los primeros cafés en emplear camareras. Ahora lo frecuenta Arturo Pérez Reverte,uno de los escritores contemporáneos más reconocidos de nuestro país.

Todos estos cafés literarios del XIX y XX maman del poso que dejó una de las primeras tertulias de café que se dieron en la capital: la Tertulia de la Fonda de San Sebastián. Fue fundada en el siglo XVIII por Nicolás Fernández de Moratínalrededor de un grupo de ilustrados que charlaban de Rousseau y de sus homólogos franceses, que apostaban por una literatura distinta. Por allí deambularon y participaron los literatos Iriarte y Samaniego, Jovellanos, o el mismo Francisco de Goya.

Las tertulias de los cafés literarios comenzaron a cobrar auge durante el Trienio Liberal (1820-1823), periodo en el que los liberales, tras la Guerra de la Independencia, encuentran en estos lugares el lugar donde exaltar sus ánimos y defender sus ideas, apoyar a Riego y atacar las formas anteriores y la poca confianza que despierta el rey absolutista Fernando VII. Dos son los locales que sobresalen por encima del resto: el café Lorenzini y la Fontana de Oro, que dio nombre a la primera novela de Benito Pérez Galdós. Llegan incluso a convertirse en círculos de poder políticos paralelos al Gobierno de turno.

Más actual es el Café de Oriente, sito en la plaza de mismo nombre, al que suelen acudir el Rey don Juan Carlos o Plácido Domingo. A pesar de haber nacido en los años 8o del pasado siglo lo frecuentaban artistas como el dibujante Antono Mingote o el ex alcalde de la capital Enrique Tierno Galván. Otros cafés se han reconvertido en pubs irlandeses, como el antiguo Café del Príncipe, hoy El Parnasillo del Príncipe, junto a la Plaza de Santa Ana.

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